jueves, 24 de mayo de 2012

enseñanza para el 27 de Mayo

Enseñanza para el 27 de Mayo
TEMA: Ejemplo que debemos seguir
Lectura Bíblica: San Mateo 3: 13-15
Vrs. Para memorizar: San Marcos 1:9

Ahora, el sol de justicia se levanta gloriosamente. Se ha cumplido el tiempo para que Cristo entre a desempeñar su oficio profético; y escoge hacerlo, no en Jerusalén, sino donde Juan estaba bautizando.
El bautismo de Juan simbolizaba arrepentimiento, por lo que este creyó inapropiado para aquel que él sabía era el Cordero sin mancha de Dios (Jn. 1:29).
Cristo no conoció el pecado ni por contacto directo ni por experiencia personal (1ª. P. 2:22). Cristo aquí se identifica con los pecadores.
Juan estaba explicando que el bautismo de Jesús sería mucho más valioso que el suyo, ¡cuando sorpresivamente Jesús se presentó para ser bautizado! Juan no se sentía calificado. Más bien quería que Jesús lo bautizara. ¿Por qué se bautizó Jesús? No tenía de qué arrepentirse porque no había pecado. Jesús se bautizó porque: 1). Estaba confesando personalmente el pecado de la nación, como Nehemías, Esdras, Moisés y Daniel lo hicieron; 2). Apoyaba lo que Juan estaba haciendo; 3). Estaba inaugurando su ministerio público; 4). Se estaba identificando con la gente del pueblo, no con los fariseos criticones que no hacían más que vigilarlo; 5). Estaba describiendo su ministerio venidero de muerte y resurrección.
Cristo aquí se identifica con los pecadores. Él llevará finalmente sus pecados. Su rectitud perfecta será dada también a ellos (2ª. Co. 5:21). Este acto del bautismo fue una parte necesaria de la rectitud que Él aseguró para los pecadores. Este acontecimiento público en su ministerio es también rico en significado 1). Prefigura su muerte y resurrección (Lc. 12:50); 2). Es también una prefiguración del significado del bautismo cristiano (Mt. 3:6); 3). Marca su primera identificación pública con aquellos cuyos pecados Él había de llevar (Is. 53:11; 1ª. P. 3:189; y 4). Fue una afirmación pública de su carácter mesiánico, siendo confirmado desde los cielos.
I.                   Un servicio obediente al Padre.
a). Prefigura de su muerte y resurrección  Lc. 18:33
Uno de los momentos esenciales en la historia de la salvación durante el cual Jesús, pocos días después de haber muerto en la cruz y de haber sido puesto en el sepulcro en la tarde del Viernes Santo, fue levantado corporalmente para iniciar un nuevo orden de vida. Este tremendo acto del poder del creador de Dios (Ro. 4:24-25; 2ª. Co. 4:14; Ef. 1:20) no se produjo ante testigos ni es descrito en el Nuevo Testamento, pero a lo largo de todo el Nuevo Testamento se proclama como un hecho indubitable (Hch. 1:3).
Cristo había predicho antes su resurrección en el tercer día (Lc. 9:22), pero los discípulos no captaron la relevancia de estas palabras, y al resucitar como lo había prometido, fueron tomados por sorpresa (Lc. 24:6)
              b).  Cristo se identifica con los pecadores  Lc. 15:2
              Los fariseos trataban con frecuencia de atrapar a Jesús y pensaron que su relación con esta    
              “gente de baja vida” era la oportunidad perfecta. Se preocupaban más de las apariencias de santidad que de ayudar a la gente, de criticar más que de estimular, de la respetabilidad externa más que de la ayuda práctica. Pero Dios está interesado en todos, incluyendo a los pecadores.
               Los líderes religiosos se cuidaban mucho en mantenerse “limpios” conforme a la Ley del Antiguo Testamento. Incluso iban más allá de la Ley en cuidarse de cierta gente.
               Jesús tomó el concepto de “limpieza” sin darle mucha trascendencia. Se arriesgó a contaminarse al tocar leprosos y al no lavarse como los fariseos habían establecido y mostró total desdén por las sanciones que se aplicaban por relacionarse con cierta clase de personas.
               A los fariseos no les preocupaba su actitud ilógica con Juan Bautista y Jesús. Eran muy buenos para justificar su “sabiduría”. La mayoría podemos encontrar razones muy válidas para hacer o creer cualquier cosa que encaje con nuestros propósitos. Sin embargo, si no examinamos nuestras ideas a la luz de Dios, llegaremos a ser tan autosuficientes como los fariseos.
               Los hijos de la “sabiduría” seguían a Jesús y Juan. Tenían las vidas cambiadas. Su estilo de vida recto demostraba la “sabiduría” que Jesús y Juan enseñaban.
               Cristo no se avergonzaba de ser conocido como “amigo de publicanos y de pecadores” (Lc. 7:34).
               El problema real yacía en la corrupción del propio corazón de cada uno de ellos, pero no querían reconocerlo así.    
   
     


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