Enseñanza para el 27 de Mayo
TEMA: Ejemplo que debemos seguir
Lectura Bíblica: San Mateo 3: 13-15
Vrs. Para memorizar: San Marcos 1:9
Ahora, el sol de justicia se
levanta gloriosamente. Se ha cumplido el tiempo para que Cristo entre a
desempeñar su oficio profético; y escoge hacerlo, no en Jerusalén, sino donde
Juan estaba bautizando.
El bautismo de Juan simbolizaba
arrepentimiento, por lo que este creyó inapropiado para aquel que él sabía era
el Cordero sin mancha de Dios (Jn. 1:29).
Cristo no conoció el pecado ni
por contacto directo ni por experiencia personal (1ª. P. 2:22). Cristo aquí se
identifica con los pecadores.
Juan estaba explicando que el
bautismo de Jesús sería mucho más valioso que el suyo, ¡cuando sorpresivamente Jesús
se presentó para ser bautizado! Juan no se sentía calificado. Más bien quería
que Jesús lo bautizara. ¿Por qué se bautizó Jesús? No tenía de qué arrepentirse
porque no había pecado. Jesús se bautizó porque: 1). Estaba confesando
personalmente el pecado de la nación, como Nehemías, Esdras, Moisés y Daniel lo
hicieron; 2). Apoyaba lo que Juan estaba haciendo; 3). Estaba inaugurando su
ministerio público; 4). Se estaba identificando con la gente del pueblo, no con
los fariseos criticones que no hacían más que vigilarlo; 5). Estaba
describiendo su ministerio venidero de muerte y resurrección.
Cristo aquí se identifica con los
pecadores. Él llevará finalmente sus pecados. Su rectitud perfecta será dada
también a ellos (2ª. Co. 5:21). Este acto del bautismo fue una parte necesaria
de la rectitud que Él aseguró para los pecadores. Este acontecimiento público
en su ministerio es también rico en significado 1). Prefigura su muerte y
resurrección (Lc. 12:50); 2). Es también una prefiguración del significado del
bautismo cristiano (Mt. 3:6); 3). Marca su primera identificación pública con
aquellos cuyos pecados Él había de llevar (Is. 53:11; 1ª. P. 3:189; y 4). Fue
una afirmación pública de su carácter mesiánico, siendo confirmado desde los
cielos.
I.
Un servicio
obediente al Padre.
a). Prefigura de su muerte y
resurrección Lc. 18:33
Uno de los
momentos esenciales en la historia de la salvación durante el cual Jesús, pocos
días después de haber muerto en la cruz y de haber sido puesto en el sepulcro
en la tarde del Viernes Santo, fue levantado corporalmente para iniciar un
nuevo orden de vida. Este tremendo acto del poder del creador de Dios (Ro.
4:24-25; 2ª. Co. 4:14; Ef. 1:20) no se produjo ante testigos ni es descrito en
el Nuevo Testamento, pero a lo largo de todo el Nuevo Testamento se proclama
como un hecho indubitable (Hch. 1:3).
Cristo había
predicho antes su resurrección en el tercer día (Lc. 9:22), pero los discípulos
no captaron la relevancia de estas palabras, y al resucitar como lo había
prometido, fueron tomados por sorpresa (Lc. 24:6)
b). Cristo se identifica con los pecadores Lc. 15:2
Los fariseos
trataban con frecuencia de atrapar a Jesús y pensaron que su relación con
esta
“gente de baja
vida” era la oportunidad perfecta. Se preocupaban más de las apariencias de
santidad que de ayudar a la gente, de criticar más que de estimular, de la
respetabilidad externa más que de la ayuda práctica. Pero Dios está interesado
en todos, incluyendo a los pecadores.
Los líderes religiosos
se cuidaban mucho en mantenerse “limpios” conforme a la Ley del Antiguo Testamento.
Incluso iban más allá de la Ley
en cuidarse de cierta gente.
Jesús tomó el
concepto de “limpieza” sin darle mucha trascendencia. Se arriesgó a contaminarse
al tocar leprosos y al no lavarse como los fariseos habían establecido y mostró
total desdén por las sanciones que se aplicaban por relacionarse con cierta
clase de personas.
A los fariseos no
les preocupaba su actitud ilógica con Juan Bautista y Jesús. Eran muy buenos
para justificar su “sabiduría”. La mayoría podemos encontrar razones muy
válidas para hacer o creer cualquier cosa que encaje con nuestros propósitos.
Sin embargo, si no examinamos nuestras ideas a la luz de Dios, llegaremos a ser
tan autosuficientes como los fariseos.
Los hijos de la
“sabiduría” seguían a Jesús y Juan. Tenían las vidas cambiadas. Su estilo de
vida recto demostraba la “sabiduría” que Jesús y Juan enseñaban.
Cristo no se avergonzaba
de ser conocido como “amigo de publicanos y de pecadores” (Lc. 7:34).
El problema real
yacía en la corrupción del propio corazón de cada uno de ellos, pero no querían
reconocerlo así.
quisiera saber más sobre este tema
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